Eduardo Luis Ricci
Amigo fiel
Conocí a Eduardo Ricci en el primer año del secundario, en 1969, en la Escuela del Ciclo Básico dependiente de la UNS. Él tenía 13 años y yo 14. En el año 1969 ingresó al Grupo Scout San Pío X , el jefe de Tropa era Horacio Russin, el guía de Cóndores Daniel Toledo y el de Panteras Jorge Bedetti. Al poco tiempo de su ingreso, Daniel T. se fue del grupo y Eduardo quedó como guía de patrulla y yo como subguía de la patrulla Cóndores. En esa época la relación entre guías y subguías de patrulla era de una muy fuerte y sólida amistad. Éramos muy unidos. En los años ’70 se formaron dos patrullas más: Horneros y Ciervos. Eduardo era un joven muy entusiasta, emprendedor, creativo….era como un “chico grande”, muy responsable, siempre con proyectos e ideas que llevaba a la acción.
La totemización de Eduardo, Daniel y mía fue en un mismo campamento en ¿1973?. Alondra Noble (Horacio Russin) y Pelícano Alegre (Kostka) nos totemizaron a los tres. El de Eduardo fue Tigre Pensador, muy adecuado para su personalidad y “carisma”: ser aguerrido, apasionado, luchador…pero muy reflexivo y pensante…
En la escuela Eduardo era muy buen compañero, solidario, era un líder nato, humilde, con mucha llegada a los pares, era tranquilo, de alguna manera irradiaba paz hablar con él o intercambiar ideas… por más que era muy coherente con sus pensamientos y muy seguro y consecuente con sus ideas, no era agresivo, sino reflexivo y compasivo. Era muy buen estudiante y siempre estaba atento a las necesidades de sus compañeros o amigos. Era alegre, pésimo cantor, y un pata dura para bailar….pero aún así tenía un gran encanto que “cautivaba” a las chicas: su ternura, su comprensión, el saber escuchar al otro….no tenía prejuicios, era desgarbado y hasta “desaliñado” en su vestir… pero siempre limpito!!!. Ninguna de estas cosas le impedía divertirse o confrontar en las ideas si era necesario…
Eduardo, como otros amigos de esa época, vivía el cristianismo y el pensamiento religioso como compromiso de vida. Un buen cristiano lo era en scout, en la escuela, en el barrio, en el compromiso político, en su familia… un buen cristiano era capaz de dar la vida por sus amigos… era la vivencia de una Iglesia del Tercer Mundo, de los documentos de Medellín y del Concilio Vaticano II. A nivel de compromiso religioso Eduardo trabajó en Cáritas (sección de farmacia), en Villa Nocito, en Villa Quilmas, en los grupos de JEC y por supuesto en el scoutismo que también era una forma de vivir el compromiso cristiano. En esos años se vivía una iglesia de apertura, se celebraban misas y encuentros en común con otras iglesias, por ejemplo con el Pastor Echegoyen de la Iglesia Metodista.
Eduardo era muy estudioso de los documentos de la iglesia y tenía gran capacidad intelectual y “discursiva”. Fue delegado de la JEC a nivel latinoamericano (del secretariado de Medellín en Perú) y participó de un encuentro de jóvenes estudiantes secundarios y universitarios en Holanda en el año 1973. Allí se enamoró de una chica libanesa que estudiaba medicina en Canadá y quedó muy marcado con esa experiencia.
En cuanto a música le gustaban los Beatles, Los Gatos, Serrat, Sui Generis, canciones de protesta tanto locales como de España o de Latinoamérica. Le gustaba mucho leer, tanto lo que nos daban en la escuela (como escritores latinoamericanos, entre ellos Benedetti, Eduardo Galeano, Neruda, Borges, entre otros.
El grupo de los 4, “Nosotros los 4”, así se llamaba, éramos: Horacio Russin, Daniel Bedetti, Eduardo Ricci y Miguel Gutiérrez. Este grupo era el que pensaba los proyectos de scout, las actividades en conjunto entre guías y scouts, y también actividades de conjunto con el resto de la comunidad de la Pequeña Obra. Nosotros los 4 era un grupo de amigos, salíamos juntos a divertirnos, íbamos a peñas, bailes de clubes, nos colábamos en los cumpleaños de 15…
En 1975 Eduardo se fue a estudiar a La Plata, creo yo que con la idea de una profesión que le permitiera hacer un servicio a la comunidad, de ayudar a los que más necesitan. Cuando se iniciaba su tercer año de carrera, en marzo de 1977, yo sufrí un accidente de tren muy grave quedando internado en el Hospital Gral. San Martín de La Plata. Eduardo me visitaba y cuidaba todos los días. En esos días hablábamos de la facultad, (estaba contento con la carrera, se notaba que lo hacía con vocación), de su compromiso político en la universidad y a la vez estaba preocupado pues se acercaba el cumpleaños de su padre y tenía temor de venir a Bahía Blanca por los hechos ya ocurridos con otros compañeros (secuestro y asesinato de Horacio Russin y Eli Frers, por ejemplo).
En su última visita, Eduardo, me dejó su afeitadora eléctrica y ya no vino más… lo habían secuestrado, era la pascua de 1977.
Miguel Gutiérrez