La comunidad de entonces

Nacida durante una dictadura

Viva en la recuperación democrática

Un miembro de nuestra comunidad se ofrece como mediador ante la toma de la Cárcel de Olmos.

Perseguida en la última dictadura

Numerosos integrantes de la comunidad son perseguidos, encarcelados u obligados a exiliarse. Por ello un activo y fiel participante de la Comunidad denuncia la situación al Arzobispo Monseñor Antonio Plaza.

Claudio Taladriz

La Plata, 25 de febrero de 1977

Al Excmo. Arzobispo de La Plata
Monseñor Antonio José Plaza
Curia Eclesiástica

Estimado hermano Obispo:

Esta carta viene a plantearle un problema y, lamentablemente, no le trae ninguna solución. Del resultado de su lectura, que espero tenga Ud. la paciencia de efectuarla, podría venir tal vez una conversación de hermano a hermano, en cuyo caso, si así Ud. lo decidiera, no tiene más que fijar día y hora, y avisarme a mi casa calle 57 -883, T.E. 2-8641.

También le adelanto que sólo quedaría yo con una gran pena, si en este momento y en base a este prólogo, tal vez poco frecuente para Ud., esta carta no tuviera más destino que el canasto de los desperdicios.

Frente a Dios, yo igual hubiera cumplido con mi conciencia, ya que es esta conciencia, la de cristiano que trata de caminar junto a Cristo, la que me incita a escribirle.

Antes que nada me presentaré: mi nombre es Claudio Salvador Taladriz, 48 años, casado, siete hijos, ingeniero. Mi apellido le resulta conocido por ser hermano de la monja Carmelita Matilde de Cristo Rey, a quien Ud. conoce. Mi actuación pública católica se realizó siempre dentro de la A.C.A., parroquial al principio y universitaria después, M.F.C., diversas parroquias. Fui dirigente a nivel diocesano en La Pampa y posteriormente en La Plata. Como referencias personales puede Ud. acudir muy cerca suyo, ya que frecuenté y soy verdadero amigo de los Padres Ruta y Lodigiani. He actuado hasta hace 5 años en la parroquia Ntra Sra de Guadalupe, con el Padre Francisco y el Padre Jorge. Mis últimos años de actividad religiosa fueron en la parroquia Ntra Sra de la Victoria, en donde se llegó a establecer los principios de una verdadera comunidad cristiana, en comunión con el animador y auténtico pastor, el párroco Juan Bengochea. En ese tiempo, las dos veces que Ud. fue a la pquia. La Victoria a rezar la misa, lo llevé yo en mi coche, con lo cual, tal vez así termina de ubicarme.

Y es con respecto a la pquia. La Victoria que debo hablarle.

Pues del contacto habitual con el actual párroco Ud. tendrá conocimiento directo de cómo están allí sucediendo las cosas y yo me temo que sea una visión parcial la que le informen a Ud. y que necesite entonces el punto de vista del laicado, que forjó la comunidad, la vivió intensamente en el marco del Evangelio de Cristo y que ahora, en estos momentos, contempla con desazón y desconcierto todas las obras realizadas totalmente deshechas y el espíritu de unión y fraternidad familiar completamente ahuyentados.

A fines del año 1975, al irse el P. Bengochea, teníamos en la parroquia un movimiento de chicos y chicas, entre los 8 y los 18 años, de cerca de 250 en total, que fué un ejemplo entre las parroquias de La Plata. Se había constituído a través de los Scouts Católicos Argentinos y las Guías Argentinas. Pero quien le dio la coherencia, el espíritu de servicio evangélico, la alegría de sentirse hermanos, la actitud responsable y veraz, fue, sin duda, el Padre Bengochea. 

Simultáneamente se formó un vigoroso movimiento de padres y madres, que madurando en sucesivos encuentros, reuniones, etc, terminó constituyendo siete grupos de matrimonios, que denominábamos “Pastoral Familiar” y en los cuales participaron unas 60 familias de La Plata. A nuestras reuniones, de los siete grupos, asistían, o bien el P. Bengochea o el P. Capitanio. Se hicieron campamentos y retiros espirituales modelos, con participación ya sea de los chicos solos, los padres solos o las familias completas. Sentíamos, en nuestros encuentros, la comunión con Cristo a través del espíritu de acogimiento y servicio que había entre todos. 

Había en la parroquia reuniones de reflexión y de oración comunitaria por diversos motivos, entre ellos, las vocaciones religiosas, grupos de pastoral litúrgica, que preparaban las celebraciones de la Palabra y de la Eucaristía. Los lectores y lectoras en las misas, se reunían el día antes para reflexionar en torno de la Palabra, y poder así comunicarla a los hermanos en misa; grupos de Pastoral Pre-bautismal, de Catequesis, de padres de chicos de Primera Comunión, de apostolado de la prensa por medio de la revista “Pascua”; un grupo Misionero que durante el año preparaba la Misión en Paimún (Neuquén), el grupo de la revista “Sedipla”, con noticias de la vida de la Iglesia en Latinoamérica, bajo el espíritu de Medellín. Teníamos verdaderos ágapes cristianos en las fiestas de Navidad, Cuaresma, Pascua y Pentecostés, a donde concurrían familias enteras a unirse en torno al altar, transformado en centro de la alegría familiar. Una vez al mes se realizaba la reunión general de “las Pastorales”, en donde todos juntos, sacerdotes y laicos, opinábamos, sugeríamos y decidíamos sobre la marcha general de la comunidad y en donde siempre se tuvo la palabra de Paz, Justicia y Amor en labios del Padre Bengochea.

Teníamos la convicción de que habíamos empezado a transitar un camino similar al que abrieron nuestros hermanos los primeros cristianos en Jerusalén: estábamos construyendo la Iglesia pobre, pascual y peregrina que se forjó alrededor del Señor Encarnado.  

De todo esto – y ésta es la triste noticia de esta carta – no quedó nada en la parroquia

En menos de un año, poco a poco, punto por punto, fue desapareciendo la comunidad, se fue apagando el espíritu de amor entre los hermanos, dejaron de efectuarse las obras, las reuniones, las actividades de grandes y de chicos. A esta altura ya son pocos los que aparecen por la parroquia, y las familias, cuyo encuentro cotidiano era en la Parroquia, han quedado diseminadas, sin unión, sin ideales comunes y en franco tren de lamentación. Las medidas de cierre, clausura y supresión y ciertas actitudes del nuevo párroco ocasionaron el deterioro total de lo construído con amor, esfuerzo y dedicación de todos y de cada uno de los hermanos allí convocados.

¿Puede un sacerdote de Cristo destruir una comunidad por puro autoritarismo? ¿Es esa la manera cristiana de asumir una parroquia en marcha, sin la más mínima intención de dialogar con los miembros de la comunidad ya formada?

Le hemos preguntado al señor cura párroco nuevo que nos explicara en qué cosa estábamos fuera del Evangelio de Cristo para que frenara así, sin consulta, sin interrogantes, todas las actividades allí realizadas. No hubo respuesta: pareciera que la destrucción de lo existente era una consigna, una especie de plan preconcebido para aplicar sin réplica.

Y lamentablemente, se llegó al extremo inaudito de insinuar, cuando no difundir, la más atroz e infame de las calumnias, levantada por vaya a saber qué esíritu o espíritus empequeñecidos o hipócritas: que el Padre Bengochea y su colaborador Capitanio eran subversivos para el país!

Cosa gravísima, máxime teniendo en cuenta que sale de mal entrañados católicos y que ensucia, en su miserable expansión, a nuestros hijos e hijas, modelados por la prédica de aquellos excelentes sacerdotes.

A mí personalmente, en entrevista que tuve con el nuevo cura párroco, tratando de aclarar lo inaclarable, me respondió, enfáticamente, que “donde se siembran vientos, se recogen tempestades”.

¿Así se construye la Iglesia de Cristo? 

Después de 40 años de actuar en el catolicismo, vengo a encontrarme con esta situación insensata, jamás pensada ni soñada. Yo no lo puedo comprender y mi conciencia me obliga a repudiarla. Tampoco puedo, ni debo, publicarla, pero sí estoy obligado a hacérsela conocer a mi pastor, el Obispo, puesto por Dios para ser nuestro guía y a quien compete, en este mundo, arreglar nuestros desencuentros y desaciertos en lo que atañe a nuestra actuación dentro de la Iglesia de Cristo.

No puedo distraer más su atención: sé que Ud. interpretará como un acto de honestidad, es decir, obligado en conciencia, esta presentación somera que le hago de lo sucedido en la pquia. De la Victoria.

Nuestros hijos se están preguntando dónde continuar su formación religiosa y dónde retomar la Palabra y la Eucaristía; nosotros, los padres, también nos hacemos preguntas similares.

¿Puede el Cristianismo ser reemplazado tan impunemente por el Fariseísmo?

Ruego disculpe algunos términos duros que he usado al correr de la pluma: son propios de un estado de ánimo desconcertado, por no decir descreído.

Reciba Ud. mi afecto en Cristo Jesús, junto con mis oraciones. Quedo a su disposición y a su servicio, conciente de la responsabilidad que asumo al escribir esta carta.

Claudio Salvador Taladriz

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