Elisa Noemi Triana de Salas

Me presento

Soy Elisa Noemi Triana, “La negra” para quienes me conocen. Nací el 30 de octubre de 1954, fui al Liceo, pero no terminé ahí mis estudios secundarios, porque en los últimos años conocí a Diego, mi amado compañero. Nos conocimos en la parroquia de Las Victorias, esa que después fue conocida como “La Rosa Mística”, mal llamada así, pero quisieron borrarla de un plumazo. Ahí, entre guitarreadas y lecturas de la teología de la liberación, nos fuimos enamorando.

Con tan solo 18 años y con Facundo en mi vientre, mi primer hijo, dimos el sí en el mismo lugar que dio comienzo a nuestra militancia. El 11 de octubre del 73´en la parroquia de las Victorias caminé junto a mi viejo al altar. 

Los dos estudiábamos medicina, en la Universidad de La Plata. Yo trabajaba en la Municipalidad de esa ciudad, en el área de sanidad y el Flaco trabajaba en el Hipódromo de la Plata, al menos para la época que nos casamos. 

Llegó el 76´el golpe de estado, a mí me encontró ya embarazada de mi segundo hijo, para ese momento no sabía que iba a ser. Ya vivíamos en clandestinidad con Diego y Facu, no queríamos que nada nos pasara, ni a los hermanos y las hermanas del flaco. Para mediados de ese año ya habíamos vendido el departamento que, por intermedio de mi suegro Arturo, que trabajaba en el Banco Provincia, nos había ayudado a sacar un préstamo para comprarlo. También vendimos el auto, parte de todo ese dinero lo usamos para ayudar a un compañero a pagar una cirugía para su hijo. Fue un año muy intenso, desaparecieron muchos compañeros y compañeras, se escuchaban de noche ruidos aterradores por toda la ciudad, pero nosotros estábamos convencidos que ese era el único camino, resistir. 

En septiembre de ese año nace Paula, mi negrita, apurada llegó, que no llegué a la sala de parto. Por suerte mi viejo, que era médico, cortó el cordón. 

El 25 de octubre fuimos a cenar a lo de mis suegros y había una reunión por el aniversario de los abuelos Mariano y Magda, el papá y la señora de mi suegra Ana María. Esa fue la última vez que la familia nos vió. Mi cuñado Gerardo junto con mi cuñada Claudia nos alcanzaron a los 4 hasta una esquina cercana a la casa donde vivíamos, ya para ese entonces nos mudábamos bastante, nadie sabía dónde vivíamos. La madrugada del 26 de octubre del 76 ́, entró una patota a la casa en 131 nº 1715 de La Plata y nos arrancaron la vida de nuestros hijos. Nos llevaron a Diego y a mí. A mis hijos, Facundo de 2 años y medio y Paula de un mes y 4 días, los dejaron solos, los abandonaron a su suerte, todavía tengo grabada la carita de Facu y el llanto de mi negrita. Le dijeron a una vecina que los lleve a la comisaría más cercana, o que los lleve a casa cuna o que se los quede. Facundo desde muy chiquito le habíamos enseñado a decir su nombre completo, Facundo Salas Triana, repitió. Mi papá como les conté era médico, y las coincidencias, y la suerte del destino, hicieron que esa vecina fuera enfermera y conocía al doctor Triana, y ella se involucró, busco a mi papá, y les llevo a mis amores. 

A mamá le costó mucho al principio. La noticia la afectó mucho, enterarse que nos llevaron la destrozo yo era su única hija, pero al tiempo se unió a las Madres, esas que dan vueltas en Plaza de Mayo pidiendo que digan dónde estamos, se puso un pañuelo blanco en triángulo en la cabeza, bordado por una compañera de la plaza y nunca se lo saco. A mis chiquitos los criaron la familia de mis suegros, ellos eran más para cuidar de mis dos retoños. Elvira, mi vieja, nos buscó incansablemente, pera nada se sabía. También Arturo declaró en instancias judiciales para saber si alguien sabía algo de nosotros dos, pero murió, al igual que mi suegra Ana María, sin tener algún dato. Papá Adolfo lo consumió un cáncer de garganta, ¿qué justo no? La angustia se lo llevó, fue unos años después que nos llevaron. 

Tuvieron que pasar 39 años para que nuestros hijos supieran algo de nosotros. En una marcha del 24 de marzo en Plaza de Mayo se pusieron en contacto con una abogada de los juicios de lesa humanidad. Los cabos se fueron atando y así se fueron enterando. Ahora ya saben que mis últimos días los pasé en la ex comisaría 5ta de la Plata, en la celda contigua estaba Diego. Él estaba en una celda con los hombres y yo con las mujeres, en 4 calabozos muy chiquitos, nos comunicábamos golpeando la pared que separaba a los calabozos de mujeres con los de los hombres. Yo tenía mucha fiebre, nos arrancaron de la vida a mi negrita y a mí, a ella le sacaron su alimento y a mí me dejaron con toda la leche y el amor para dar. Entonces me dio mastitis, mis compañeras pedían que venga algún médico, pero nunca llegó. Yo solo pensaba en mi beba, que fue de ella y de su hermano. Un día nos sacaron de ahí, nos emocionamos pensamos que volvíamos a vernos los 4, pero nunca más nos vieron con vida. 

Todavía nos están buscando.




Paula Salas Triana
Hija de Elisa y Diego

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